viernes, 30 de abril de 2010

¿qué onda?

Es la expresión que los mejicanos utilizan para decir ¿qué tal estas? o ¿todo va bien?. Por ahora la onda en nuestro viaje esta siendo padre, suave o sin pedo, que quiere decir que todo va de perlas.


Para llegar hasta Los Mochis desde La Paz cruzamos el mar de Cortés en una avioneta talla XS (14 plazas). Todo iba bien hasta que me quedé de que el piloto estaba leyendo las instrucciones del avión para despegar… por si acaso no le quité el ojo de encima.
Desde Los Mochis parte el tren que adentrándose en la Barranca del Cobre llega hasta Chihuahua, ciudad famosa por ser el cuartel general de Pancho Villa y por el tema de esos perros tan ridículos.
Esta zona de México es desgraciadamente famosa por el narcotráfico. La cosa, es que tal vez algo sugestionados, en los días que pasamos en Sinaloa -así es como se llama este estado- tuvimos oportunidad de notar cositas raras… las calles de las ciudades y los pueblos se quedan desiertos en cuanto se pone el sol, la gente a la mínima te cuenta historias de balacerias -tiroteos en la calle- como si fuera lo más normal del mundo,  y de los controles del ejército en las carreteras, tan habituales en Baja, aquí no tienen noticia.
El tren que se adentra en la Barranca se llama “Chepe”, y es famoso en el mundo de los aficionados a los trenes por realizar uno de los recorridos más acrobáticos que existen. Partiendo del nivel del mar en Los Mochis, se encarama hasta casi 2500 metros en poco más de 100km. Pero lo bueno, es que lo hace serpenteando entre las paredes de los cañones que forman La Barranca del Cobre, un cañón aun más profundo que el del Colorado.
En algunos tramos del recorrido se ven las vías cortando las laderas a tres alturas diferentes, lo que quiere decir que el tren asciende por un tramo de ladera y cuando ésta se acaba, un túnel en forma de curva ascendente perfora la montaña hasta que el tren sale en la misma ladera pero en dirección contraria, y unas decenas de metros mas arriba… y así varias veces.


Nos apeamos en un pueblo llamado Creel para visitar la Barranca y a los Tarahumaras, los indios pobladores de estas montañas.
El pueblo está muy bien situado y puedes hacer las excursiones más interesantes sin perder mucho tiempo en los desplazamientos. Lo que nos resultó más curioso del pueblo es que pese a ser pequeño y sólo tener una placita, cada tarde se liaban unos cacaos de tráfico impresionantes. El primer día no entendíamos nada, pero preguntamos y resulto que es la forma local de pasar la tarde: meterse en el coche, poner la música a toda leche y tomar -beber- hasta que no puedes manejar -conducir-… nada que decir, cada uno se divierte como quiere. Eso si, a la que se ponía el sol, cada mochuelo a su hoyuelo.
Mención especial para la forma de vestir de ellos. En el Norte de México los tíos se engalanan como los vaqueros de las pelis: su gorro de cowboy, sus camisas de tachuelas, sus jeans, sus botas camperas… van hechos unos figurines.
El primer día alquilamos unas bicis y nos dedicamos a recorrer los alrededores del pueblo. Era domingo y en una de las aldeas Tarahumara había fiesta, así que nos cruzamos con unos cuantos camiones que llevaban la caja llena de chicos y chicas ataviados con sus mejores galas, que de camino se iban entonando a base de Tesgüino, una especie de cerveza hecha con maíz fermentado bastante fuertecita, pero que estaba rica rica.



Por la tarde, nos regalamos unos baños termales en unas piscinas naturales en el fondo de un cañoncito paradisíaco, sin saber que al día siguiente recorreríamos la carretera de la muerte rumbo a Narcopilas.
Narcopilas es un pueblecito situado a solo 500 metros de altura en lo más profundo de la Barranca, lo que viniendo desde Creel implica un descenso de 1800 metros de desnivel. Un descenso, que desde el interior del destartalado autobús en el que íbamos me pareció absolutamente aterrador, espantoso, terrible, pavoroso, terrorífico, escalofriante, horripilante, espeluznante... la carretera, una estrecha pista de tierra o terraceria como dicen por aquí, desciende hasta el fondo del cañón zigzagueando por una de las laderas… el panorama corta el aliento a cada curva… al menos a mi, porque Mª José iba más tranquila que el bomba, y hasta se echo una cabezadita.


Esa carretera hay que recorrerla en bici. El 90% del tiempo es bajada y el firme esta en buen estado, casi no hay tráfico y las vistas son espatarrantes. Para hacerlo, hay que alquilar la bici en Creel, subirla al bus y apearte antes del tramo de bajada mas salvaje… downhill  hasta Narcopilas, y al día siguiente la cargas en el bus y listos.
El pueblo se llama Batopilas, pero después de unas cuantas horas allí encontramos que lo de Narcopilas le sentaba muy bien.
Estos valles gozan de un clima y situación propicias, que los han convertido en la versión mejicana del valle del Riff, y en Batopilas todo gira en torno a eso, y eso, lo condiciona absolutamente todo.
Este no es un blog para hablar de esas cosas, pero como reflexión, decir que si en algún lugar de Méjico hemos notado el mundo oscuro y violento que castiga al norte, ha sido aquí. En Batopilas, mala onda.
En el pueblo había pocas opciones para hospedarse, y descartando las más económicas por cutres y las más caras también por cutres, no nos quedo más remedio que pasar la noche en una pensión cutre, regentada por Monse sin “t”, una mujer viuda, evangelista y mas pesada que una vaca en brazos. Una cosa es ser amable con los huéspedes y otra perseguirlos… si no llamó 20 veces a la puerta del cuarto no llamó ninguna… ¿qué quiere?¿todo esta de su agrado? que siiiii, que ya se lo he dicho antes que todo esta bien… cualquier cosa estoy a su servicio… toc toc ¿queeeeee?¿se les ofrece algo?... por si no habíamos tenido suficiente, al día siguiente viajó hasta Chihuahua en el mismo bus que nosotros.
Además de las vistas de la Barranca, la aislada iglesia de San Ignacio y las aldeas Tarahumaras, justifican la visita a Batopilas. Nadie sabe porqué construyeron esa pedazo iglesia en un valle deshabitado y tan remoto, pero ahí esta desde hace casi 500 años. Respecto a los Tarahumaras, visitamos una de sus aldeas y comprobamos que viven muy humildemente y casi no hablan castellano.



Chihuahua guau guau.
Aunque sólo estuvimos unas horas, Chihuahua nos gusto. Visitamos la casa-museo de Pancho Villa, donde el líder revolucionario pasó sus últimos años viviendo a cuerpo de rey.  En vida, Pancho Villa fue héroe y villano a partes iguales, pero una vez muerto se convirtió en leyenda y Los Mejicanos lo adoran. Entre otras cosas, podía presumir de haber dirigido el único ejército que ha hecho una incursión en territorio de los Estados Unidos y ha salido victorioso. Fue un fenómeno.
Siguiente parada Zacatecas.
Después de pasar la noche en un bus/nevera -los chóferes mejicanos tienen un problema con el aire acondicionado-  llegamos a Zacatecas pensando en una cama y algo de tranquilidad. Al despertar, descubrimos que habíamos cambiado de pantalla, al contemplar las vistas desde la terraza del hostal. Imposible encontrar diferencias entre esta ciudad y el centro de cualquier ciudad del sur de España: edificios de una planta, callejuelas retorcidas, paredes encaladas, palacetes, iglesias por todas partes… tienes la sensación de estar en Granada, Cáceres o Córdoba. Pero además, la onda es diferente, adiós a los cowboys, a las pick-up, a la cerveza Tecate…
Zacatecas surgió alrededor de una mina de plata, que debió hacer de oro a unos pocos y condeno a la esclavitud y una vida de perros a un montón de generaciones de indios. La visita al yacimiento muestra lo duro que debió de ser soportar ese destino.



Esa noche compartimos cena, cervezas y una conversación muy interesante con Héctor, del DF, que nos ayudo a conocer un poquito más este país.
En el hostal las cosas se pusieron feas. Organizaron una barra libre de mojitos que se les fue de las manos y acabo del palo lloret fiesta hooligan…  ni la gente que estaba de fiesta, ni el pobre chaval encargado de echarlos tenían la culpa, pero con alguien me tenia que despachar… y me despache a gusto.
Si buscas hostal en Zacatecas, ya sabes donde NO tienes que ir: “Hostal Villa Colonial”.
El Barça jugándose la temporada y yo en Guanajuato. ¿Guana qué?... ¡Guanajuato!
Además de ser otra importante ciudad platera y colonial, Guanajuato es la ciudad universitaria mas famosa de Méjico. Pero por si eso fuera poco, cuenta con uno de los museos más frikis del mundo: el MUMO, Museo de las Momias.
Vayamos por partes. Lo de ciudad universitaria se nota enseguida, y no solo por la cantidad de estudiantes que salen de fiesta los jueves, si no por el numero de “tuneros” por metro cuadrado que hay… si si, tuneros de “la Tuna”. Esa tribu en vías de extinción en cualquier otra parte del mundo, aquí goza de una salud excelente, y enseña músculo en bares y plazas sin el menor atisbo de sonrojez en sus mejillas.
Pero Guanajuato también es una plaza fuerte para los Mariachis, que cada tarde, cerca del Teatro Juárez, ofrecen sus servicios a enamorados y nostálgicos en las terrazas de los restaurantes.
Tema momias. Al parecer, el cementerio de la ciudad goza de unas condiciones especiales, que provocan que muchos de los cuerpos que allí se entierran queden momificados. Como la relación que los Mejicanos tienen con la muerte es menos dramática que la nuestra, no tienen demasiados problemas en exponer algunas de esas momias al publico. Parece una galería de los horrores. Además de las momias de bebes, muy gores, hay la de una mujer a la que enterraron viva que da mucho yuyu. 
En Guanajuato estuvimos de muerte. Rompimos la mala racha que traíamos con los hostales, y fuimos a parar a uno tranquilo y con muy buen ambiente, el “Hostal Bertha”.

viernes, 23 de abril de 2010

Sí, sí, hemos visto un montón de animalitos

Como ya os conté en el post de Sequoia National Park, en USA vimos muchos animalitos, ¡y la cosa sigue en la misma línea!
Nos hemos encontrado con gran variedad de aves, ¡por fin he visto un Colibrí! pensaba que parecerían insectos de lo pequeños que son, pero de eso nada, son preciosos. También hemos visto otros animales pequeños como arañas, alacranes y culebras. Y sobretodo, hemos visto ballenas y leones marinos, y digo sobretodo porque son enormes.

Las ballenitas
Contratamos una visita guiada a Bahía San Ignacio, no era demasiado cara, pero tampoco te aseguraban que pudieras tocar ballenas, la excursión era exclusivamente avistamiento. Una vez allí nos subieron a una lancha, éramos: una familia de dos niñas, la madre y el padre, el guía, el lanchero y nosotros. La lancha nos llevó hasta mar abierto, parece ser que dentro de la bahía está prohibido parar, hay zonas de poca profundidad y si se molesta a las ballenas, no tienen espacio para huir con tranquilidad.
Una vez en la zona de avistamiento, la lancha se paró, y todos a esperar que ocurriera algo. Teníamos una hora de excursión, había pasado más de media y solo habíamos visto unas ballenas de lejos (al parecer ariscas, porqué no quisieron pasar a saludarnos), así que parecía que eso era todo y que había sido una pérdida de dinero… y entonces se acercó nuestra ballenita.
El guía se puso a gritar como poseso, ¡dadle besitos, quizás nunca más lo podréis hacer!¡besitos!¡besitos! Y la gente correspondió como pudo, se creó un estado de caos enorme, todos de un lado a otro de la barca intentando besar a la ballenita y gritando de emoción. La señora decía ¡gracias, gracias, ballenita linda, gracias! La niña más pequeña le puso nombre –Lolita- y solo hacía que repetirlo ¡Lolita ven!¡Lolita te quiero! Y Miguel y yo más de lo mismo ¡ven ballenita!¡ven Lolita, porfa!... Era muy juguetona, le gustaba que le salpicáramos con la mano y nos devolvía el gesto tirándonos agua a la cara a través de la nariz (que son tres agujeros que tiene arriba de la cabeza), el tacto de su piel era sorprendente, era muy suave y acolchada, nada de lo que nos esperábamos, además tenia unos pelos muy gordos.
Cuando pasó un rato de tener a Lolita al lado de la lancha y a su mamá observando en la distancia, esta le echó bronca y se alejaron de nosotros.
Estuvimos unos 15 minutos más esperando que volviera, pero nada, luego vimos como Lolita se había ido a tirar agua a otros, la niña pequeña no pudo evitar enfadarse, como si alguien le hubiera robado su mascota, ¡ehhh, Lolita es mía! Y es que, si pudieras te la llevarías a casa.

Los leones marinos
Los leones marinos eran otro asunto. También contratamos una visita guiada, pero esta vez en La Paz, consistía en hacer snorkel (nadar con el tubo y las gafas) en casa de los leones de marinos.
Nos subimos a una lancha y nos llevaron a una especie de islote en mar abierto, dónde a medida que te acercaban notabas un olor horrible a granja (eran decenas de animales enormes, más sus excrementos). El día era fresquito y el agua estaba revuelta, así que me puse el neopreno, aguanté la respiración y me tiré al agua no muy convencida, Miguel no se lo pensó dos veces, y ya estaba nadando hacia los leones.
Dentro del agua todo parece estar más cerca y la sensación de tener cerca aquellos animales tres veces más grandes que tú era increíble, te quedabas helado (quizás la temperatura del agua influía). Yo iba nadando cogida de la mano de Miguel, mirando de un lado a otro, veíamos como jugaban, se mordían y daban saltos, también como mordían las aletas de otros nadadores. Uno de aquellos pícaros animales nos tomó como diversión personal, pasó por debajo de Miguel mirándole fijamente a la cara, le tiró un desafiante y enorme mordisco de burbujas y posteriormente se dirigió hacia mi, eso me superó y nadé todo lo rápido que pude en dirección contraria, pero no se intimidó, sino que me correspondió nadando más rápido que yo y haciendo una pirueta magistral en la superficie del agua.
La aventura fue genial, pero para mi suficiente, un poco más y me infarto, así que volví a la lancha antes de tiempo, además hacía frío y el agua estaba muy turbia. Miguel aguantó un rato más, de hecho creo que volvería ahora mismo.

domingo, 18 de abril de 2010

Ohhh… Baja California!

Por fin Méjico… cuanto tiempo esperando este viaje!
Cruzamos la frontera en Tijuana y… nada. Nadie nos pidió el pasaporte, ni nos pregunto qué llevábamos en la mochila, ni nada de nada… menudo mosqueo! En una frontera así uno espera que como mínimo le sellen el pasaporte, no? pues el problema fue nuestro para encontrar un funcionario de migraciones que se tomara la molestia. 
Para ser sinceros entramos en Méjico un poco jiñados. Las noticias de este país siempre son alarmantes: que si gripe A, que si terremotos, que si secuestros express, que si guerras entre bandas de narcos, que si batallas entre policías corruptos y ejercito, que si feminicidios… pero por otro lado hablas con la gente que ha venido, y te dice que el país es genial, que la gente es un encanto y que de todos esos temas, nada de nada.
Por si acaso, planeamos pasar el mínimo tiempo en Tijuana, que junto a Ciudad Juárez parecen la franquicia del infierno en la tierra, y una vez cumplido el trámite aduanero pillamos un bus hacia el Sur.
Después de pasar la noche en la carretera amanecimos en San Ignacio, un oasis al mas puro estilo marroquí: miles y miles de palmeras, árboles frutales, y alrededor montañas absolutamente abrasadas; la única diferencia,  los cardones, unos cactus gigantes que dominan la Baja California de punta a punta.



A San Ignacio se va a ver ballenas.
En Baja California hay tres lugares donde las ballenas grises acuden en masa cada invierno para parir y criar: Laguna Ojo de Liebre, Puerto López Mateos y Laguna de San Ignacio. Las ballenas permanecen aquí desde finales de diciembre hasta finales de marzo y durante ese tiempo enseñan a sus ballenatos lo fundamental para hacer su primer gran viaje a las aguas de Alaska, donde pasan el resto del año.
Bajo las palmeras, San Ignacio se desarrolla alrededor de la misión que los Jesuitas o los Dominicos (o los dos a la vez o ninguno) fundaron hace mogollón de tiempo.
La pequeña plaza mayor es el corazón del pueblo y la gente la ocupa a todas horas. Hay 2 restaurantes, un puesto de tacos (bocadillos locales), una nevería (heladería) y dos tiendas de novedades, que es como llaman aquí a las tiendas que venden ropa y cosas de la casa.
La tienda de abarrotes (súper) y la tortillería (donde hacen y venden las tortitas de maíz o harina, que aquí se utilizan a modo de pan) están en una de las calles que sale de la plaza.
Además, están las oficinas de las agencias de viajes que organizan lo del avistamiento de ballenas.
El tema ballenas lo tienen bien organizado. Además de regular la cantidad de pangas (lanchas) que están a la vez en la laguna y el tiempo que permanecen, a estas les prohíben aproximarse a menos de 20 metros de los bichos, así que si estos quieren acercarse lo hacen, y si quieren estar a su rollo, tienen espacio.  
En temporada alta se ve que hay decenas de ballenas y la laguna es una fiesta, pero ahora cada vez quedan menos y no las teníamos todas.
Pero tuvimos suerte, y aunque solo vimos 3 parejitas de madre-hijo/a, nos cruzamos con una ballenita juguetona que se nos acerco mucho.



La siguiente parada fue Bahía de los Ángeles, hasta donde llegamos en busca de los pescadores de calamares gigantes.
Llegar hasta es toda una aventura, no hay línea regular de bus, y para mochileros como nosotros la única opción era hacer dedo (o raite, como lo llaman aquí), pero claro, hacer dedo aquí… nos pusimos en contacto con un hostal en Bahía y nos dijeron que no había problema, que todo el mundo llegaba al pueblo así y que si de todas formas no lo veíamos claro, ellos nos pasaban a recoger. Y allí nos plantamos con nuestro mochilon, rodeados de cactus en medio del desierto… y mira por donde, el primer coche que pasa es un coche rojo con unas luces de colores en el techo… una furgo de bomberos! Me planté en medio de la carretera y en cuanto les dije que soy bombero nos hicieron un sitio.
A todo esto, habíamos comprado una tienda de camping de segunda mano con la idea de dormir en las playas, porque aquí en Baja el concepto de playa es diferente, y lo más normal es que en todas haya restaurante, abarrotes y palapas, que son unos techos de paja que levantan a pie de agua, para que la gente plante sus tiendas y pueda estar a la sombra.
Así que en Bahía de los Ángeles dormimos en nuestra primera playa y descubrimos que aquí, el concepto de camping también es diferente.
Para empezar el agua esta fría, así que lo de estar todo el día a remojo como que no.
Ademas, las playas de Baja están plagadas de yankis y canadienses en busca de sol, que a la que pueden exhiben todo su poderio: mobilhomes plegables, quads, motos de agua, kayaks, boggies… pero lo mejor viene al atardecer, cuando los mejicanos se adueñan de la escena y ponen su música a todo trapo: bandas norteñas, narcocorridos, rancheras etc… sin duda toda esta música se merece un post, porque las letras son increíbles!
El espectáculo en el agua lo garantizan los pelícanos, que lanzándose en picado una y otra vez en busca de peces, parecen los dinosaurios voladores de Jurassic Park. Con un poco de suerte, puedes ver las columnas de agua que las ballenas lanzan al aire cuando respiran.


El tema calamares gigantes lo dejamos para otra vez. No es temporada, y para capturarlos los pescadores salen a mar abierto durante toda la noche en unas barcas minúsculas… y claro, piensas en esos bichos tan grandes, y en las olas aun mas grandes, y en esas barcas tan pequeñajas, y en la pasta que te piden por acompañarlos… y por más que te esfuerzas se te acaban yendo las ganas.
Pero a falta de calamares buenas son pinturas rupestres.
En el camping preguntamos a unos abueletes de Las Vegas que llevaban un tiempo acampados en Bahía qué era lo que podíamos hacer allí, y nos dijeron que había unas pinturas rupestres muy chanantes en el desierto, y que había otro abuelete americano que sabía donde estaban. El abuelete en cuestión era don Pedro, un botánico retirado que vivía 6 meses en California y 6 meses en Bahía. Se ofreció a llevarnos de paseo, y a cambio nosotros pagamos la comida.
El paseo con don Pedro fue genial, en Bahía de los Ángeles también estuvimos de suerte.
La cosa es que un par de semanas antes de nuestra llegada, había llovido como nunca, y el desierto parecía un jardín botánico lleno de plantas en plena erupción de flowers.
Don Pedro además de llevarnos hasta las pinturas, nos dio una clase magistral de botánica. Nos explico las adaptaciones que estas plantas habían desarrollado en un medio tan hostil, sus mecanismos de supervivencia y el porque de sus extrañas formas.




Finalmente, evitamos tener que hacer dedo para salir de Bahía viajando con otro abuelete hippie de San Francisco que estaba en el camping, y que nos saco de allí en su WV California del 74, a cambio de un rato de compañía en su viaje de vuelta.
Adiós Bahía de los Ángeles.
A Mulegé, llegamos en busca de playas inmaculadas y tranquilas donde descansar unos cuantos días a la sombra de alguna palapa… pero como he dicho antes, el concepto de playa tranquila en Méjico es diferente. Finalmente nos decidimos por la playa de Santispac, que fue la que nos pareció menos friki… pero aun y así tenía una feria, un mercadillo, restaurante, etc.




Allí conocimos a la familia López Rodríguez - nuestros vecinos de palapa- oriundos de Ensenada y que viajaban hacia el sur de Baja disfrutando de sus vacaciones de Semana Santa. Su hijo Lionel era un encanto, y a pesar de que tenía problemas para comunicarse le cogimos mucho cariño, menudo crack!. Ellos nos llevaron en su troca (que es como llaman aquí a los coches tipo pick-up) hasta La Paz, capital de Baja California y nuestra ultima parada antes de saltar al continente.
A La Paz se viene a bucear con tiburones ballena y leones marinos. La pena es que los tiburones solo aparecen por aquí a partir del mes de Junio. Los leones en cambio están todo el año y pudimos nadar muy cerca de ellos… demasiado según MJ.
En la guía dice que las puestas de sol desde el malecón son espectaculares, y esta vez no se equivocan, las tranquilas aguas de la bahía, la fina playa de arena blanca y los edificios coloniales del paseo marítimo se ponen de gala al caer el sol.
En el puerto deportivo soñamos un rato viendo los barcos de los que navegan los mares impulsados por el viento.
Finalmente, hicimos una excursión a la isla de Espíritu Santo, donde además de ver fragatas, tortugas y delfines, te puedes pegar un chapuzón cerca de una colonia de lobos marinos. 
Vaya pedazo de bichos.

sábado, 10 de abril de 2010

Ohhh… California!

Nuestros días de furgoneta y rosas se acabaron.
En Moab –entre los parques de Arches y Canyonlands- pusimos rumbo al oeste y la Bald Eagle empezó a volar hacia California, la tierra prometida.
Deshaciendo nuestro camino, nos imaginamos lo duro que debió ser para los que cruzaban estos desiertos después del Dust Bowl, con la esperanza de llegar a los verdes valles de California, rebosantes de trabajo, dinero y esperanza… el sueño americano.
A nosotros, nos llevo casi dos días llegar hasta nuestro penúltimo destino, el Sequoia National Park.
De camino, nos despedimos de las reservas indias en Goosenecks, un lugar en el país Navajo donde el río San Juan (afluente del Colorado)  ha dibujado en la meseta una “W” gigantesca; y del río Colorado en Toroweep, donde lo vimos por ultima vez desde lo alto de los acantilados desde los que se despeñaba el Coyote cada vez que intentaba pillar al Correcaminos.
Cruzamos de nuevo el desierto de Mojave y atravesamos el Death Valley -el valle más profundo de América del Norte, a unos 100m por debajo del nivel del mar- donde el paisaje toma el color blanco de la sal de la laguna seca que lo domina… todo un contraste respecto a los frondosos bosques de abetos, pinos y secoyas que nos esperaban al otro lado de las montañas; después de tantos días de arena, montañas rojas y cactus, lo que menos se imagina uno es que al otro lado de las montañas se va a encontrar con bosques de árboles de casi 100 metros de altura y 10 de diámetro… verge santa!
Nuestra última parada en USA fue en Los Angeles. Allí, no tuvimos tiempo más que para darnos un chapuzón en Venice Beach (la de los vigilantes de la playa) caminar por el Walk of Fame de Hollywood en busca de la estrella de “P” (…pero si “P” no tiene estrella!) y pasarnos un montón de horas atascados en las retenciones que se forman a todas horas, en todas partes.






También visitamos Amoeba, una tienda inmensa de música donde puedes encontrar todo lo que busques. Salí de allí mas contento que un tonto con zapatos nuevos con mis cd’s de Thee Headcoats  y una bolsa llena de merchandising debajo del brazo.
La pena fue no poder ver a Gasol y sus Lakers… mala suerte, Pau es toda una institución en LA.
De Malibú salimos por piernas; la normativa municipal trata a los que duermen en su vehiculo como homeless (vagabundos). Lo supimos porque al registrarnos en un camping nos dijeron que sin WC nuestra furgo era considerada coche… y su obligación era avisar a la policía para que nos arrestaran!… pero oiga usted que no somos homeless, somos guiris y estamos viajando con esta autocaravana, solo queremos dormir dentro del camping… lo siento, sois homeless y puedo tener problemas, en Malibú los homeless no sois bienvenidos… pues nada hombre, que le den por culo y hasta nunca… a veces estos americanos tienen unas cositas muy raras.
Nos despedimos de la Bald Eagle, enviamos un paquete con la ropa de invierno a casa y finalmente nos colgamos las mochilas a la espalda camino de Tijuana… por fin MEXICO!

jueves, 8 de abril de 2010

Sequoia National Park



Después de varios días de desierto y cañones hasta la saciedad, llegamos al Sequoia National Park, donde ya era primavera, la temperatura era mucho mejor de lo que podíamos esperar y las plantas estaban súper verdes y con algunas florecillas. Llegamos por la noche, y nos pusimos directamente a dormir, así que al amanecer descubrimos que estábamos en un paraje verde y lleno de pajaritos, ardillitas y otros animalitos que no se dejaban ver, como los osos. Fuimos unos temerarios, dado que no tomamos la precaución de meter la comida, cremas, y cualquier cosa que hiciera olor, en la caja metálica que te facilitan (ver foto), en todo el parque hay un montón de carteles advirtiéndote de que los osos asaltan coches y tuvimos la ocasión de ver alguna foto del resultado, como si fueran latas abiertas.


Las ardillitas eran muy simpáticas, viven en agujeros en el suelo (en la foto se ve una al lado de su casa) y hay decenas de ellas, cada una en su territorio. Estuve media mañana acercándome sigilosamente para fotografiarlas, y al final una se enfado mucho conmigo, ¡que risa! levantaba la cola a la vez que hacia fuuuhh, tan pequeñaja como era. Además, mientras íbamos en la van se nos cruzaron  dos zorros diferentes y un lince bebé, ¡era más bonito!



La excursión a ver las Secoyas. Tardamos un rato en llegar y hay que subir a una altura concreta (son muy especialitas y solo crecen en sus condiciones ideales), una vez allí te sientes encoger, como si estuvieras en un bosque encantado y fueras un enanito, luego te acostumbras. Como podéis ver en las fotos, comparad una secoya con nuestra van, son enormes, descomunales, ¿Qué necesidad tienen de ser tan grandes? Se ve que inicialmente había muchas, pero cuando las descubrimos, las talamos masivamente, había unas fotos muy curiosas de 20 hombres talando una. Yo creo que después de eso no se han recuperado, les cuesta crecer y además a veces se caen porque las raíces crecen a pocos metros de profundidad, me pareció un árbol mal adaptado, que si no se protege, se extinguirá.


Después de esto nos fuimos hacia Los Ángeles, como veréis en el próximo post.










jueves, 1 de abril de 2010

La batalla que se trae el rio Colorado con el resto del mundo



El rio Colorado tiene liado un pollo por estas tierras que te cagas.


Lo que aparentemente es un rio normalillo, ha hecho un destrozo descomunal y ha esculpido un paisaje absolutamente extraterrestre a su alrededor. De hecho, esta parte del viaje ha girado en torno a la brecha que el rio ha abierto en las tierras que atraviesa antes de llegar al océano.
El secreto de semejante destrozo es el material que compone la tierra, una especie de arcilla compactada, muy vulnerable a la erosion de los elementos.
La cosa es que el rio y sus afluentes se han ido abriendo camino por estos paisajes a base de deshacer ese material, provocando su colapso una vez tras otra… en su punto mas profundo -la zona del Gran cañón- el rio ha abierto surcos de 1400 metros de profundidad, y aunque el espectáculo es increíble, no dejas de preguntarte como narices esa mierdecilla de rio ha podido liarla así.



Por todas partes ves la facilidad con la que los elementos modelan a su antojo todo tipo de formaciones insolitas. Además de la zona del Gran cañón, los parques de Arches y Canyonlands  ofrecen paisajes increibles en los que solo falta que aterrice una nave llena de marcianos y te de la bienvenida a su planeta.


En Arches, la teoria es que el aire ha creado agujeros en las montañas, que han acabado convirtiendose en arcos perfectos… yo sinceramente no acabo de creermelo, porque si hubiera uno… aun, pero que haya casi cien!


Canyonlands a primera vista parece mas normalito, una meseta de piedra con unas agujas tipo Montserrat al fondo… pero a medida que te acercas mas de lo mismo, a la meseta le salen cañones por todas partes y que si arcos por aqui, que si montañas que en realidad son dunas petrificadas por allá… a ratos parece que estes dentro de un cuadro de Dalí.





Mientras la vida en el parque del Gran Cañón era comoda y fácil… internet rapido y gratuito, laxitud a la hora de controlar el pago del camping e incluso de la entrada al parque , lavanderia, supermercado bien abastecido, autobuses gratuitos para desplazarte por las diversas zonas etc, en los otros parques nacionales tuvimos que doblegarnos al duro marcaje de los Rangers (los polis del oso yogui), unos tipos y tipas a los que no se les escapa una y que equipados con sus pistolas y sus sombreros de ala ancha, dan mas miedo que otra cosa.
Finalmente Toroweep, un lugar muy especial para despedirse del rio. Este parquecito esta en la rivera norte, y aunque llegar hasta el supone un rodeo considerable y 180 km de pista, vale la pena. Se trata de un lugar donde el rio va encajonado entre paredones de 800 metros de altura, un paisaje extraordinario no apto para los que padecen de vertigo.


El país de los Indios


Siguiendo hacia el Este entramos en el país Indio, una zona a caballo entre los estados de Arizona, Colorado, Nuevo Méjico y Utah. En realidad las reservas Indias están diseminadas por todo el país, pero esta es una de las zonas con mayor densidad de población India.
¿Que es una reserva India? A priori un trozo de territorio USA gestionado por sus pobladores históricos… pero en realidad no es tan fácil, es un lio entenderlo y explicarlo.
Nosotros solo hemos visitado 4 reservas, así que aunque no podemos generalizar, si podemos decir que por esta zona los indios son gente bastante tranquila, no les gusta que les hagan fotos y no responden a los cánones estéticos de los indios de las películas del oeste.


En Havasupai –aquella reserva que tiene el único pueblo de los USA donde no llega una carretera- lo primero que nos llamo la atención después de caminar  más de 10 kilometros por un sendero bastante difícil que descendia hasta el fondo de un cañon, fue comprobar que por su aspecto, los indios no parecian hacerlo habitualmente. Después, nos enteramos que la comunidad ha comprado un helicóptero que los lleva y los trae desde Supai -el pueblo- hasta un parking en lo alto del cañón, donde tienen aparcados sus vehículos. Así que si visitas el pueblo estarás todo el día oyendo el helicóptero resonando en las paredes del cañón por encima de tu cabeza.


Después atravesamos la reserva de los Hopi, que viven en las mismas aldeas desde hace siglos. Sus aldeas suelen estár encaramadas en lo alto de las sucesivas mesetas que conforman su teritorio. Una de las que visitamos estaba amurallada… no hay fotos porque esta prohibido hacerlas. Los Hopi están muy bien organizados, valoran mucho sus tradiciones ancestrales y no permiten la venta de alcohol dentro de la reserva.


Lo de ser nómadas los Navajo lo llevan en los genes; Muchos de los pueblos que atravesamos en su reserva están formados por grupos de mobilhomes -casas prefabricadas con ruedas- y alrededor de ellas, un montón de coches destartalados.Visitamos dos de sus lugares sagrados, el cañón de Chelly y el Monument Valley. Mientras el primero es poco conocido, el segundo estáis hartos de verlo en un montón películas, desde las clásicas del oeste tipo “La Diligencia” a otras mas modernas como “Thelma & Louise”.