martes, 30 de agosto de 2011

No brasa Milega


A pesar de que después del Ladakh, lo único que realmente me apetece visitar es Bombay y Hampi, aprovecho que me desplazo al sur para conocer Goa.
Como sospecho que lo de Goa no me va a gustar demasiado, elijo Palolem, que en la Lonely definen como “la ultima perla de Goa… la playa mas tranquila”.
La playa en si no esta mal, su forma de media luna, su arena blanca, sus palmeras… pero el agua es marrón y donde acaba la arena, empieza el rosario de cabañas con techos de lona y tiendas que venden las mismas mierdas que en cualquier otra playa del mundo…“Hey my friend, do you need a taxi, some chara?”… y cómo en el resto del país, la armada israelí ha desembarcado en masa, imponiendo su peculiar way of life.
Total que no le encuentro la gracia a Palolem y me voy a Gokarna, que como Venares es una ciudad de peregrinaje para los hindús, y donde según tengo entendido resiste uno de los últimos santuarios hippies que quedan en India.
En el pueblo cada mañana se hace una puja donde los peregrinos recién llegados -siempre hombres- se bañan en el mar, se afeitan la cabeza y se visten con unos calzones naranjas o blancos llamados dotis cuando son cortos y longuis cuando son largos, antes de dirigirse a uno de los tres templos a cumplir con sus rituales. Aunque los no hindús no podemos entrar en los templos, es muy interesante sentarse en alguna sombra a observar el trasiego de hombres en dodotis, las vacas y las mujeres vestidas con sus sharis multicolores.
Me establezco en Om Beach, donde por fin tengo la sensación de volver a estar en un lugar especial y bonito.
Con las prisas la primera noche me instalo en la primera guest house que pillo ¡gran error! En el colchón de mi cuarto habitan mas especies de insectos que en todo el continente antártico: cucarachas, ciempiés, hormigas, mosquitos y obviamente chinches… un asco, la peor noche en India.
Por suerte las cosas mejoran, y al día siguiente me traslado a una pensión decente y conozco a Miriam, Mónica y Arturo, de barna, que me adoptan unos cuantos días.
En la guest house hay 4 grupos de clientes bien diferenciados:
Los yoghis, que son gente espiritual que se levanta al alba para hacer yoga, meditan durante la puesta de sol y aprovechan cualquier ocasión para ejercitar la posición del loto. Son muy disciplinados y es de admirar la entrega con la que se consagran a sus ejercicios y la resignación con la que asumen los excesos de los perriflautas y los israelitas.
Los perriflautas. Aunque a priori parecería que su actividad se reduce a dormir de día y dar por culo de noche, una observación mas detenida arroja la sorprendente conclusión de que es el colectivo mejor adaptado a este gran país… encajan perfectamente en la cosmología hindú y sus estándares de limpieza, orden, etc.  
Los israelitas… exactamente los grupos de israelitas que acaban de hacer la mili y están de año sabático, dan pena… y que me perdonen, pero cualquiera que haya coincidido con ellos de viaje sabrá de lo que hablo. Lo que resulta mas patético de su actitud chulesca, bullera, violenta etc, es la falta de respeto que demuestran hacia el país que visitan… ellos sabrán que coño les pasa.
El último grupo de clientes lo componemos los guiris vulgaris.
En Om la verdad es que no hay mucho que hacer. Por las mañanas es curioso ver como pescan los locales.  Lo hacen utilizando una sola barca, que partiendo de un extremo de la playa extiende la red por la bahía dejando la otra punta en el otro lado; después, sendos grupos de hombres van recogiendo la red desde cada uno de su extremos. Se pasan un buen rato, pero pillan cantidades industriales de pescado.
También esta bien hacer una excursión a las playas de half moon y paradise beach.
A la hora de comer los israelitas ya suelen ir bastante ciegos de porros y les entra el hambre salvaje, así que olvídate de pedir nada hasta que hayan acabado.
Los perriflauticos, que ya suelen haberse despertado, están de resacon en las hamacas esperando las sobras de los israelitas y planificando como conseguir chara -marihuana- bolas de opio o lo que sea, para ponerse ciegos lo mas rápidamente posible.
La puesta de sol es el momento yoghi. Se puede ver a decenas de ellos orientados hacia el ocaso en la posición del loto, inmóviles, concentrados, harmónicos.
La noche es perriflautica.
Una vez recuperados de la resaca vuelven a la carga con su arsenal de drogas, hasta que alguien saca el didgeridoo o improvisa un timbal, y a dar por culo hasta el amanecer.
Los amaneceres ofrecen estampas inolvidables de yoghis meditando entre cuerpos semiinconscientes de perriflauticos fundiéndose al sol.
Hampi mon amour.
Si -con permiso de Venarés- hay un sitio especial en la India hindú es Hampi, o eso creo yo.
Hampi es como Angkor Bat (Camboya) pero con gente viviendo dentro de los templos. Bueno, seguro que un especialista me diría que de eso nada, que se trata de culturas incomparables que florecieron en periodos diferentes, pero a los ojos de un guiri vulgaris como yo, la comparación resulta inevitable. La cosa es que me gustó mucho y estúve muy a gusto.
Allí me reencontré con Arturo y Mónica y pasamos unos días muy divertidos retozando entre excursión y excursión en el Garden Palace, una Guest House donde durante nuestra estancia se sucedieron acontecimientos remarcables.
A nuestra llegada al Garden se produjo un motín por parte de los trabajadores que dejo la Guest House a la deriva. Al `parecer el dueño debía unas cuantas semanadas y los empleados decidieron tomarse la justicia por su mano desatendiendo sus obligaciones.
Los guiris nos alineamos con la línea reivindicativa y decidimos permanecer en el lugar a pesar de los inconvenientes como medida de apoyo, y el asunto tomo rápidamente aires surrealistas.
Los monos se adueñaron de la cocina y los perros y las vacas del jardín, y en cuanto corrió la voz del golpe de estado, el lugar se llenó de ocupas y indios curiosos con quien compartíamos chais, mientras zanganeábamos en la terraza del Garden viendo fluir el río Tungahbhadra.
A Hampi se va a hacer boulder y a visitar templos.
Lo del boulder -variante de la escalada que se practica sin cuerda- es debido a que en Hampi abundan pequeñas formaciones rocosas ideales para su práctica. Pero tanto en el pueblo como en sus aledaños perviven decenas de templos Vijayanagara sorprendentemente bien conservados -que en algunos casos aun se encuentran habitados- y que no te puedes perder si visitas el sur del país. Una pasada.
Finalmente, tras un suplicio de autobuses que se estropean, aviones que se retrasan y  botones de guesthouses que no encuentran los paquetes en la consigna consigo embarcar por los pelos, pero con todo el equipo, rumbo a casa.
De esta segunda visita al país me vuelvo con muchas dudas. Ha sido un viaje 2x1 del que me llevo el profundo respeto que me inspira la cultura Budista, la belleza de sus paisajes y las dudas acerca de los principios que rigen la sociedad Hindú, tan aparentemente espiritual como despiadada con los descastados.
Por lo visto, tendré que volver algún día con la excusa de aclararme al respecto.

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